20 dic 2009

Quien tiene las riendas de la sociedad

Antiguamente eran los dioses los que controlaban el destino de los mortales. Ellos estaban entre nosotros, intervenían en nuestras querellas como lo hicieron Atenea o Afrodita durante la guerra de Troya, o las provocaban ellos mismos como el diablo lo hizo tentando a Eva para que perdiera la inocencia (que recuerdo tan dulce tenemos todos de la pérdida de la inocencia, que pena que no podamos, como las vírgenes con las que Alá recompensa a los muyahaidines recuperarla una y otra vez) y ellos nos daban las reglas que debíamos seguir para, tras la muerte, merecernos una eternidad en los campos elíseos, el cielo o el Valhala.
No es un pasado tan lejano. Hay que tomar en consideración la enorme cantidad de milagros, reconocidos e ignorados por la Iglesia, que se han producido desde siempre en el mundo católico, y los muchos otros de los que todavía hablan los hindúes o los monjes tibetanos.
Pero esta presencia de los dioses entre nosotros, dejó de ser ominosa con la aparición del lenguaje escrito. Con la escolarización obligatoria los milagros pasaron a ser percibidos, tan sólo, por los más perturbados o desesperados de la vida. Muchos otros creían en ellos pero se trataba de una fe del que se agarra a un clavo ardiendo, la fe del que no comprende nada, del que ha perdido pie porque vive en un mundo de valores ancestrales que ya no existe.
En el mundo civilizado éramos las personas las que teníamos el control de la historia y del progreso. Digo éramos porque eso también ha cambiado. El aumento en el nivel educativo nos dio el poder de dirigir nuestros destinos. La medicina y la técnica hicieron que vivir bien dependiera de nuestro poder adquisitivo. Es cierto que bajo nuestro control nacieron el fascismo y al comunismo pero también venció la democracia.
Pero ese control ya lo hemos perdido. Baste con observar los acontecimientos que han llevado a la actual crisis mundial. No ha habido ninguna guerra, ningún ideólogo promoviendo una nueva utopía, ninguna nueva religión ha arrasado con las convenciones establecidas.
La nueva catástrofe ha sido de naturaleza puramente técnica. Nadie ha podido preverla ni prevenirla porque ningún mortal ha sido capaz de darse cuenta de todo lo que nos estaba llevando a ella, al menos hasta que ya era demasiado tarde. El mercado de divisas, la especulación inmobiliaria, los productos financieros a base de opciones y futuros de bolsa, los créditos e hipotecas vendidos y comprados en paquetes de banco a banco. Nadie era ni es capaz de controlar todo eso ni comprenderlo en su totalidad. Hemos perdido el control y de momento no hay dioses entre nosotros que lo estén tomando, ¿o quizás si?. Algo que toma forma a partir de la tecnología que estamos creando. Un dios que nacerá o está naciendo para servirnos y adorarnos.

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