8 jun 2009

Eutanasia: Derecho al. Suicidio

Es un poco extraña toda la controversia y las airadas diatribas que suscita el tema de la eutanasia en una buena parte de la sociedad. Me parece evidente que no hay ninguna razón ni ética ni religiosa para oponerse a la eutanasia, tanto en su forma pasiva de permitir al paciente de una enfermedad terminal suicidarse como a la del suicidio asistido por un facultativo.
Desde el punto de vista ético porque no tiene ningún sentido prolongar la vida de alguien que ha visto mermadas sus posibilidades de funcionamiento social normal a causa del deterioro físico y el dolor sufrido y que, no habiendo posibilidades de mejoría ve que nada compensa tanta penalidad y no hay alegría en la vida que aminore ese sufrimiento ni en la cantidad ni en la duración necesaria como para pensar que la vida vale la pena.
Por otro lado no hay nada en la Biblia que asevere que suicidarse es malo. Si es cierto que se habla de no matar pero es evidente que habla de una persona a otra. Por si existiera alguna duda sobre esto cabe decir que ejemplos de suicidio en el Libro los hay y bien sonados como es el archiconocido y admirado caso de Sansón. Desde el punto de vista teológico se arguye que la vida es un don que recibimos de Dios y que no tenemos la obligación de estarle agradecidos y por eso no podemos disponer de ella como nos apetezca. Para los cristianos es como si alguien nos regalara algo muy caro por nuestro cumpleaños y, sin consideración, solo porque a nosotros no nos gusta, lo tiráramos a la basura delante de sus narices. Horrible crimen. Ahora imaginémonos que ese regalo es como un pastel que nuestro invitado nos trae a casa, este ejemplo se lo oí comentar al filósofo Shelly Kagan. Nosotros cogemos ese delicioso pastel y lo tiramos a la basura. Vale eso es un crimen, de acuerdo. Pero que pasa si el invitado en cuestión es un abusón agresivo que nos ha traído un pastel hecho con fango asqueroso y maloliente. Imaginemos que ese tio nos dice que nos comamos el pastel. Ni ganas, ¿no?. Entonces nos dirigimos con esa cosa apestosa hacia la basura. ¿Es eso ingratitud?. El abusón así lo considera y nos dice que o nos lo comemos o nos muele de una paliza. Habla en serio. ¿Quién no se lo comería?. Pues bien, suponer que Diós nos castigará en el infierno si cometemos o ayudamos a cometer suicidio y eso, en cualquier caso, es tan absurdo como imaginar que debemos estarle agradecidos por una vida tan horrible que no vale la pena vivirla y además, si no la vivimos hasta que él decida que muramos iremos al infierno. Es decir, los cristianos que, de hecho casi nunca leen la Biblia, usan un argumento que no sólo no se encuentra en ella sino que además procede de Platón, que era politeísta, pagano y poco dado a refrenar sus apetitos sexuales tal y como la Santa Madre Iglesia preconiza y lo hacen suyo. Es totalmente absurdo.

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